137 a. d. C.

Sen pretender, en principio, identificar a Lambrica (ou a Lámbrica) que aparece nos textos coa citania de San Cibrao das Las e Ourantes, pois os topónimos son susceptibles de repetirse en lugares diversos e distantes, os relatos que se ofrecen poden darnos unha idea da situación vivida nos castros noroccidentais da península ibérica -tamén na Lambrica de San Amaro e Punxín- xusto antes do establecemento dos romanos.

Lambrica, Talábriga e a campaña de D. Xunio Bruto (137 a. d. C.)

Chegados á península ibérica no contexto das guerras púnicas, os romanos desconfiaban que estas terras tiñan moito que ver na inesperada recuperación económica dos cartaxineses, despois das cuantiosas reparacións de guerra que foran obrigados a pagar.

Entre os anos 138 e 137 antes de Xesucristo, Xunio Bruto, ocupado nas guerras contra os lusitanos, chega ata o Miño, dirixíndose despois cara o Océano.

É máis que posible que situacións parecidas ás que se ofrecen nos seguintes parágrafos poideran suceder na propia Lambrica, situada, monte arriba, a menos de dous quilómetros da ribeira do Miño, ribeira que podía ser perfectamente controlada dende o alto do monte do Santrocado, a carón da citania.

Unha das fontes clásicas polas que coñecemos as campañas de Roma na península ibérica é a Historia Romana de APIANO, escrita nos mediados do século II despois de Xesucristo, pero con datos recollidos de POLIBIO, que viaxara por Hispania cara o ano 133 antes de Cristo. Dos textos de Apiano (Historia Romana VI, Sobre Iberia) eliximos os seguintes parágrafos:

71. “Como emulación de los hechos de Viriato, muchas otras bandas de salteadores hacían incursiones por Lusitania y la saqueaban. Junio Bruto fue enviado contra éstos, pero perdió la esperanza de poder perseguirlos a través de un extenso país al que circundaban ríos navegables como el Tajo, Letes, Duero y Betis. Consideraba, en efecto, que era difícil dar alcance a gentes que, como precisamente los salteadores, cambiaban de lugar con tanta rapidez, al tiempo que resultaba humillante fracasar en el intento y tampoco comportaba gloria alguna en el triunfo en la empresa. Se volvió, por tanto, contra sus ciudades en espera de tomarse venganza, de proporcionar al ejército un botín abundante y de que los salteadores se disgregaran hacia sus ciudades respectivas, cuando vieran en peligro a sus hogares. Con este propósito se dedicó a devastar todo lo que encontraba a su paso, las mujeres luchaban al lado de los hombres, y morían con ellos, sin dejar escapar jamás grito alguno al ser degolladas. Hubo algunos que escaparon también a las montañas con cuanto pudieron llevar. A éstos cuando se lo pidieron los perdonó Bruto e hizo lotes con sus bienes.” 

72. “Después de atravesar el río Duero, llevó la guerra a muchos lugares reclamando gran cantidad de rehenes a quienes se le entregaban, hasta que llegó al río Letes, y fue el primer romano que proyectó cruzar este río. Lo cruzó, en efecto, y llegó hasta otro río llamado Nimis e hizo una expedición contra los brácaros, que le habían arrebatado las provisiones que llevaba. Es éste un pueblo enormemente belicoso que combate juntamente con sus mujeres que llevan armas y mueren con ardor sin que ninguno de ellos haga gesto de huir, ni muestre su espalda, ni deje escapar un grito. De las mujeres que son capturadas, unas se dan muerte a sí mismas y otras, incluso, dan muerte a sus hijos con sus propias manos, alegres con la muerte más que con la esclavitud. Algunas ciudades que entonces se pasaron al lado de Bruto se sublevaron poco después y Bruto las sometió de nuevo.” 

73. “Se dirigió contra Talábriga, ciudad que con frecuencia había sido sometida por él y que volvía a sublevarse causándole problemas. También en aquella ocasión le solicitaron el perdón sus habitantes y se rindieron sin condiciones. Él les exigió, en primer lugar, a los desertores romanos, a los prisioneros, todas las armas que poseían y, además de esto, rehenes; después les ordenó que abandonaran la ciudad en compañía de sus hijos y mujeres. Cuando también le hubieron obedecido en esto, los rodeó con todo su ejército y pronunció un discurso reprochándoles cuántas veces se habían sublevado y habían renovado la guerra contra él. Después de haberles infundido miedo y de dar la impresión de que iba a infligirles un castigo terrible, cesó en sus reproches y les dejó volver a su ciudad para que la siguieran habitando en contra de lo que esperaban, pues les había quitado sus caballos, el trigo, cuanto dinero poseían y cualquier otro recurso público. Bruto, después de haber realizado todas estas empresas, partió hacia Roma. Yo he unido estos hechos a la narración de Viriato, puesto que fueron provocados por otros salteadores al mismo tiempo y por emulación de aquél.”

(APIANO, Historia Romana VI)

Non son poucos os autores que nos séculos XIX e XX se basearon nistes textos pra falar de Lámbrica ou de Talábriga, citada na descrición da chegada de Décimo Xunio Bruto á actual Galiza no 137 antes de Xesucristo, no contexto das guerras lusitanas. Parece que a tal expedición non superou o límite do Miño, onde, casualmente, na beira dereita tamén se atopa a citania de San Cibrao das Las e Ourantes, Lambrica, segundo o texto da ara de Eiras.

VICENTE RISCO no seu Manual de Historia de Galicia dinos que:

Llegado el Cónsul al río Miño (“Nimius” o “Niben” en Appiano) los brácaros le cortaron el aprovisionamiento, y tuvo que volverse. De los galaicos que luchaban contra Bruto, hace Appiano una pintura heroica: Iban a la guerra con sus mujeres, marchaban alegres hacia la muerte, no volvían la espalda en las batallas, no se lamentaban por los muertos. Las mujeres, cuando las cogían, se mataban por su mano y mataban a sus hijos.

Bruto tomó hasta 30 castros, pero la ciudad de Lámbriga, que por dos veces hiciera paces con él, después de rebelarse, se negó la segunda vez a entregar a los desertores de las legiones de Bruto, así como las armas y rehenes. Al fin, se avinieron. El Cónsul los mandó salir de sus muros, y cuando los tuvo indefensos, los rodeó y les concedió el perdón, pero les llevó los caballos, los frutos y el dinero del común.
Valerio Máximo dice que Bruto atacó después a “Cinninia”, Cinnania” o “Cinginnia”, ciudad rica, que se empeñaba en sostener ella sola la guerra. Sitiada y habiéndosele ofrecido la libertad, mediante un crecido rescate, los ciudadanos dieron la respuesta clásica: ‘Nuestros padres nos dejaron hierro para defender la patria, no oro para comprar la libertad a un general avariento’. Y Bruto tuvo que levantar el cerco.

Livio y Orosio hablan de otras batallas, y Floro dice que Bruto recorrió victorioso las orillas del océano, y desde ellas, no sin temor de haber cometido sacrilegio, vio ocultarse el Sol en las aguas del mar.
Vuelto a Roma, obtuvo los honores del triunfo y el nombre honorífico de “Callaico”, por ser el primero en vencer a los gallegos 
(…)”

  (V. RISCO: Manual de Historia de Galicia. Pag. 31. Galaxia. Vigo, 1971)

A confusión Lámbriga/Talábriga parece proceder de distintas edicións da obra de APIANO. RISCO é partidario de Lámbriga, pero JUAN DE MARIANA advertía no século XIX: “En las mejores ediciones de Appiano se llama esta ciudad Talabriga y no Labrica…” 

“Decio Bruto (…) sosegó las alteraciones de los gallegos y lusitanos, y forzó a que se le rindiesen los labricanos, pueblos que por aquellas partes se alborotaban muy de ordinario. Púsoles por condición que le entregasen los fugitivos, y ellos dejadas las armas se viniesen para él. Lo cual como ellos cumpliesen, rodeados del ejército, los reprendió con palabras tan graves que tuvieron por cierto los quería matar; pero él se contentó con penarlos en dinero, quitarles las armas y las demás municiones que tanto daño a ellos mismos acarreaban. Por estas cosas Decio Bruto ganó el sobrenombre de Galaico o Gallego. Esto sucedió en el consulado de Mancino y Lépido”.

(JUAN DE MARIANA: Historia General de España. Tomo II. Página 241. Madrid 1817)

Unha Talábriga intentárona situar en Portugal, entre os ríos Mondego e Douro. Pero ésta non parece ser a Talábriga de Apiano, pois estaba “despois de atravesar o río Douro” as tropas de Xunio Bruto que se dirixían, necesariamente, ao Norte.

Sobre Talábriga e sobre a “necesidade” de situala en Portugal, pode ilustrarnos ALVES PEREIRA, que dicía en 1907:

Talabriga, escreve Appiano, era uma das cidades (da Lusitania) que mais frequentemente se revoltava. Esta falta de resignação, este, direi eu, germen de patriotismo ou melhor de municipalismo, não podia tranquillizar Decimo Junio Bruto, que julgou que o caso era de reclamar a sua presença no local da cidade. Partiu com numerosa gente, e ao seu apparecimento responderam os irrequietos Talabrigenses com supplicas e o seu incondicional abandono á discrição do conquistador. Então J. Bruto foi energico e insaciavel, mas ao mesmo tempo teve um lanço inesperado de generosidade. Quis fazer-lhes sentir primeiro a dureza cruel do seu braço de guerreiro, e para isso impôs-lhe a immediata entrega dos transfugas das hostes d’elle, certamente alliados dos romanos, a dos prisioneiros, a de todo o armamento e ainda por cima exigiu refens. Depois chegou a ordenar-lhes que abandonassem a cidade com suas mulheres e filhos.

Parece que o prestigio militar de J. Bruto não valia menos que seu tino de politico e conquistador. Os Talabrigenses aprontaram-se para obedecer alli mesmo. Mas o capitão romano queria compor-lhes um quadro que lhes impressionasse perduravelmente a imaginação. E ia espreitar o effeito produzido.
Desdobrou em circulo as suas tropas e, agglomerando dentro a chusma dos habitantes humilhados, arengou-lhes. Fez-lhes perceber que não receava a sua turbulencia indomita, porque quantas vezes desertassem, outras tantas elle viria combatê-los e reduzi-los com a necessaria firmeza, incutido assim o receio e a convicção de que no momento adequado, J. Bruto cairia sobre elles com toda a energia, o general romano quebrantou a sua ira, satisfeito com estas objurgatorias. Mas não sem que lhes tomasse os cavallos, os mantimentos, os dinheiros da cidade com todo o outro material publico. Isto era claramente deixá-los na impotencia e até na penúria. E por fim J. Bruto, contra tudo quanto os Talabrigenses podiam já esperar (pratter spem), restituiu-lhes a cidade para nella continuarem a habitar. Isto passava-se já meado o sec. II, antes de Christo (138 a. C). Feito isto, o conquistador regressou a Roma
.”

(…)

Entrevejo pois para a archeologia portuguesa este problema: sondar o jazigo de Talabriga, verdadeiro simbolo do nosso sentimento de independencia territorial e figura-se-me que mostrei onde com toda a probabilidade elle se deve encontrar. Espero ter eu mesmo ensejo de averiguar se o simples e frio raciocinio me guiou, sem desvio, até as trincheiras historicas, que occultam os miserandos restos de Talabriga.
Conservar-se-ha ainda evolucionado este toponimo? 

Responderá o onomastico, paternalmente assistido pela philologia, não se dando o caso mais provavel do verso susodito de Vergilio: Haec tum nomina erunt, nunc sunt sine nomine terrae!” 

(ALVES PEREIRA: Paginas Archeologicas III. “Situaçâo conjectural de Talabriga“. Lisboa, 1907)

Independentemente da ubicación das cidades, as lecturas anteriores póñennos de manifesto a situación vivida polos pobos invadidos, que trataban de defenderse naqueles anos do século II antes de Xesucristo. Situación que se repetiría na maioría dos poboados castrexos do sur da actual Galiza e do norte de Portugal. Nótese que estas cidades tiñan cabalos, trigo, diñeiro e recursos públicos, o que contrasta con outros relatos máis coñecidos, como ESTRABÓN, que nos transmite, pode que intencionadamente, unha imaxe do noroeste ibérico con pobos extremadamente pobres e incivilizados que se alimentaban con landras moídas.

Con cabalos, trigo, diñeiro e recursos públicos, percíbese certo benestar social e económico das sociedades castrexas prerromanas, así como certa organización social máis ou menos complexa, que se complementaría cos recursos metalúrxicos e mineiros que a arqueoloxía soe documentar.

É por estas épocas (século II a. C.) cando se detecta unha febre construtiva (ou reconstrutiva) nos grandes castros ou citanias do noroeste da península ibérica. Os xenerais romanos, ávidos de riquezas, sabían perfectamente que aquí existían abundantes recursos mineiros (ferro, estaño, ouro…). É moi posible que a ameaza romana poidera animar aos habitantes destas terras a mellorar as cidades fortificadas e a agrupar á maioría da poboación, pra así poder defenderse con maior facilidade. 

Tampouco se debe desbotar a idea de que os propios romanos animaran a fortificarse, ou mellorar as súas defensas, a aquelas citanias “amigas” que exercían algún tipo de control territorial.

Non está comprobada a entidade política de cada pobo, confundíndose lusitanos e galaicos, pero parece lóxico pensar que os pobos que habitaban dende o val do Miño ata o do Douro terían certa afinidade. A necesaria resistencia contra Roma sería suficiente pra unilos nunha mesma causa contra un enemigo común, aínda que tamén houbo pobos indíxenas que foron aliados de Roma. 

Algúns séculos máis tarde, xa no III despois de Cristo, existía o Convento Bracarense, xa dentro da administración romana. O Convento Bracarense englobaba boa parte dos territorios do sur de Galiza, onde debeu estar a nosa Lámbrica, o que demostra que os pobos que habitaron istes territorios terían máis en común do que a cotío pode parecernos. Un conventus era un amplo territorio cunha cidade cabeceira -neste caso Bracara Augusta– que funcionaba como centro administrativo, fiscal e de comunicacións.

Volvendo a Xunio Bruto, o verdadeiramente curioso é a evidencia de que non superou a barreira do Miño no ano 137 antes de Xesucristo, e iso que fora tan valente chamando a viva voz aos seus subordinados, que non se atrevían a cruzar o lendario “Río do Esquecemento”, o Lethes, actual Limia ou Lima, aínda que non hai consenso sobre o verdadeiro punto de paso.

Acadada a ribeira do Miño, Nimius, Niben ou Bainis, algo debeu acontecer no camiño de Xunio Bruto rumbo ao Norte pra tomar a decisión de dirixirse cara o Occidente, rematando o seu periplo na costa, onde puido contemplar os magníficos solpores no Atlántico antes de voltar a Roma pra festexar os seus trunfos. Tería a nosa Lambrica algo que ver?

© Felisindo Glez. Iglesias. Arredor de Lámbrica. Outubro de 2020.

Bibliografía

ACUÑA, ARIAS VILAS et alii: La romanización de Galicia. Cuadernos del Seminario de Estudios Cerámicos de Sargadelos, 16. Edic. do Castro. Sada, 1976.

ALVES PEREIRA F.: Paginas Archeologicas III. Situaçâo conjectural de Talabriga. Lisboa. 1907.

DE ALARCÂO, J. (Coord.): Portugal. Das origens à romanizaçao. Nova História de Portugal. Volume I. Editorial Presença. 2ª ed. Lisboa, 2011.

GÓMEZ S. CARLOS: Décimo Xuño Bruto, O Galego.

RISCO V.: Manual de Historia de Galicia. Pag. 31. Galaxia. Vigo, 1971.

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En 2021 fixéronse públicas (romanarmy.eu) datacións dun campamento romano do século II antes de Xesucristo en Lomba do Mouro, cerca de Melgaço, na fronteira entre Portugal e Galiza, a uns 60 quilómetros da citania de Lámbrica. Parece que Lomba de Mouro é, ata o momento, “o campamento romano maior e máis antigo do noroeste da península ibérica”.

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